lunes, 10 de diciembre de 2007

Lavandería Laurita


Era tarde para Laura, siempre a las carreras, de la escuela al servicio, del servicio al trabajo, del trabajo a su casa, de su casa a la escuela siempre era lo mismo. Dormía entre clases, en el trabajo y muy pocas veces dormía en su casa. Todo el día como relojito trabajando.

La pequeña abogada de papá, licenciada, orgullo de su pueblo, pero esa no era la realidad. A los 27 años no había ejercido su carrera y ahora estudiaba la maestría, para ver si así sobresalía y cumplía los sueños de su padre, había trabajado en todo, cada trabajo peor que el otro, ahora trabaja en el que consideraba el peor, pero la paga era buena y al jefe le gustaba ella; así que todo era un poco más fácil.

Trabajaba en una lavandería, metía ropa a la lavadora, a la secadora, luego las doblaba y por último las empacaba, todos los días de 4 a 10 de la noche, kilos y kilos de ropa todos los días, pero la paga era buena 500 pesos a la semana y domingo descanso, era el trabajo perfecto, si no fuera por los detalles.

Era una lavandería cerca de una universidad, así que la mayoría de los clientes eran estudiantes y no podía decidir que era peor, sino el olor a culo o el olor a pies, bóxers apestosos versus calcetines, era una cuestión difícil de decidir y eso no era todo, playeras sudadas con manchas desconocidas, calzones de mujer con rajas de canela, calzones con flujo, tangas mugrientas, blusas olorosas a tabaco y perfume barato. Era el reflejo de lo que siempre quiso hacer y nunca será.

¡Mojigata! Le decían en la escuela, que era una santurrona, pero no era así, era su papá, nunca la dejó salir, una hija de familia no puede salir a altas horas de la noche, ni vestirse como puta, ni maquillarse, no la dejaban hacer nada, fue su gran tormento durante la vida escolar, ahora no le importaba su juventud moría latentemente y ella nunca había probado el alcohol, ni el cigarro, católica de derecha rezaba por temer a dios, no por el deseo de hacerlo; como todos los demás.

Nunca supo lo que fue tener novio, hasta los 24 años, se enamoro tontamente de Pedro, un formal y radiante abogado, con buenos sentimientos, iba a su casa a convivir con la madre, parecía personaje de novela de García Márquez, tal vez uno de los tantos Aureliano Buendía, la casa de ella parecía de principios del siglo veinte, su madre era buena mujer y su padre inspiraba respeto, el buen Pedro, temeroso pero seguro pidió la mano de Laura. El padre acepto celoso, su hija estaba dada, esa misma noche el padre de Laura murió un infarto fulminante, Laura pensó que ella lo había ocasionado por esas locas ideas de casarse, la realidad era otra.

Laura prefirió no casarse y dejó a Pedro, ahora a los 27 años nadie la pelaba, estaba sola, su madre empezaba a ser una carga y ella seguía con la escuela, el servicio y la lavandería. Lavando ropa que nunca usará, oliendo aromas que no son de ella, chocada de la vida y del amor, los trenes no pasan ya, pobre de Laura la globalización no le afectó. Y esos calzones como apestan.

Esa noche su jefe la invitó a cenar, su jefe tenía 56 años, aparentaba menos y ella tenía 27 años, esa noche Laura entregó su virginidad con unos fuertes berridos de su jefe, no sintió nada, ni placer, ni repugnancia, Laura se secó las lágrimas y sonrío. Mañana le iba bien en el trabajo. Pero aún así no decidió que es peor si los calcetines o los bóxers o por qué no, esos calzones.

Todo está bien


Era de esos días en que todo le iba bien, se levantó y decidió tomarse un baño, desayuno solo, como siempre, pero hoy no importaba, todo iba bien, tan solo tenía que pensar en ella para que todo fuera bien.

Le dieron ganas de cagar y cagó, se limpió y vio el papel, ni una sola partícula de mierda, había salido sin mancharlo, perfecto, pensó en lo bien que iba todo. Se lavó las manos y dientes, se puso perfume como su papá le había enseñado, sólo en el cuello y sin restregarlo por el cuerpo y nada de ponerlo en la ropa, el perfume la manchaba. Cogió su mochila y salió rumbo a la escuela; todo iba bien.

-Vengo por mi boleta.
-¿Apellidos?
-Pérez Ricaño.
-Solo pasaste una, mijo, tienen que venir tus papás por ella.
Mierda pensó, pero no importaba, todo iba bien, al sólo pensar en que estaría con ella todo iba a estar bien.

No tenía amigos, así que saco su novela prohibida y empezó a leer, en una escuela como en la que iba, leer a ese autor estaba prohibido, a él no le importaba todo iba bien, pero en ese mismo instante el director pasó por donde estaba.
-¿Qué lee Pérez?
-Nada.
-A ver- observo el nombre del autor y puso de cara espanto, de asco, de déspota.
-Otra vez leyendo basura Pérez, ya sabe las reglas, que vengan sus padres mañanas y por supuesto me quedó con esto- Tomo el libro y se fue. No le importo en lo más mínimo, todo iba bien.

Miro el reloj; diez quince, aún tenía tiempo de pensar, antes de que llegara ella, cuando ella llegaba, todo iba tan bien, que él simplemente no pensaba, sólo pensaba en lo bien que le iba con ella. Sonó el celular, era su papá.
-Hijo
-Padre
-¿Qué tal tu día?
-Bien, oye tienes que venir a la escuela mañana
-¿Otra vez?
-Ahora fue Bukowski…
-Bueno, eso no importa hijo, tengo algo que decirte..
-¿Qué pasó?
-Es tu madre….nos divorciamos.-
Mierda pensó, pero ya lo veía venir, aparte todo iba bien, que importaba eso ahora y colgó el celular.

Al fin llegó ella y se fueron al bulevar a hacer las cosas simples que suelen entretenerte cuando estas enamorado y luego piensas y dices “A la madre, ¿cómo hice eso?”. Pues eso mismo hacía cuando ella le dijo:
-Novio.
-Novia.
-No puedo seguir con esto, no eres lo que pensé.
-¿Qué?
-Lo siento.

Se fue sin decir adiós, se quedó mirándola irse y luego pensó en todos los problemas que tenía y que al parecer no le importaba, pensó todo lo que un hombre puede pensar y al final dijo “todo va bien…tiene que estar bien”.

Y las cosas no estaban bien….nada iba bien.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Jinetera


¿Sabes? Gil también me contó de sus experiencias con las putas.

Hacía tiempo que no me sentía tan bien, ella se había llevado mi cartera y mi reloj, pero me importo en lo más mínimo, había tenido el mejor sexo de mi vida y era justificable, esa mujer no solo había robado mis cosas; también había robado un pedazo de mí.

Era viernes por la noche y todo apuntaba en que no pasaría nada interesante, desde la tarde había unos nubarrones y a cada rato un rayo se dejaba caer, yo salí de mi casa a buscar un poco de ron y fui al oxxo más cercano a comprar la sustancia activa. Un viento de muerte se asomaba en cada esquina, la lluvia estaba a punto de caer, y así fue cayó a 2 cuadras antes de llegar a mi casa.

Decidí esperar bajo la carpa de una tienda que ya estaba cerrada, paso un largo rato y la lluvia no bajaba, así que abrí el ron y empecé a beber, en lo que la lluvia paraba.

Fue cuando la vi, venía corriendo con los tacones en una mano y la bolsa en el otro brazo, un vestido blanco todo mojado y sucio por el agua sucia de las calles, maquillaje corrido y el pelo todo revuelto, morena, los pezones erectos por el frío, llegó a la misma carpa en la que me encontraba y mi pene reaccionó.

Me volteó a ver y me tiro una risa coquetona. Estuvimos un rato bajo esa carpa sin que nada pasará, y me dijo -¿Me podrías dar la hora por favor?-, vi el reloj eran la 1:30 de la mañana; -Son las 2- le contesté; -Mierda, ya se me arruino mi noche- por un momento observo la botella de ron que llevaba -¿Qué no me vas invitar un trago?- perfecto, pensé y le alcancé la botella, bebió un buen trago sin escarmientos y otra vez silencio.

Soy pésimo para ligarme a mujeres, pero ellas siempre venían a mí; la lluvia por fin cesó y me dijo, -gracias por los tragos- y empezó a caminar; no podía dejar que esto pasara y le grité –Oye, ¿Y si nos acabamos el pomo en mi casa?- caminó de regreso y la llevé a mi casa.

Entramos y olvidamos la botella, solo nos besábamos, me acariciaba y yo la toqueteé toda; no podía respirar pero no importaba, entramos a mi cuarto y hicimos al amor varias veces; por fin me quede dormido con ella a mi regazo.

Hacía tiempo que no me sentía tan bien, ella se había llevado mi cartera y mi reloj, pero me importo en lo más mínimo, había tenido el mejor sexo de mi vida y era justificable, esa mujer no solo había robado mis cosas; también había robado un pedazo de mí.

Me levanté de la cama y me observe por la ventana, la luz del sol era fría, volví a acostarme, era una jinetera sin duda y yo me había enamorado de ella. Me volví a acostar para oler ese aroma de mujer. ¡Pinche jinetera, puta!.