sábado, 19 de enero de 2008

Encrucijada


Tomo su guitarra, un suéter, un churro y se fue al kilometro 5, justamente el kilometro 5, era donde pasaba la estatal y se formaba un cruce en el camino, una encrucijada y empezó a tocar lo suyo.

No pasó nada, estuvo 2 horas, tocando las pocas canciones que había escrito, una y otra vez, hasta que se harto y decidió prender ese churro para escribir algo nuevo, la noche era bonita y el campo daba un olor relajante. No necesitaba más.

Empezó a mover sus dedos torpes, entre las cuerdas no sabía que era un acorde, pero los tocaba más o menos, ni tan mal, ni tan bien pero siempre tocando ese era su pensamiento, empezó a cantar, torpemente, sacando poemas de su mente, feos sin rimas, pero a él le parecían lo mejor que había hecho en toda su vida. Termino su nueva canción y oyó un aplauso.

-Vaya muchacho, realmente tocas esa cosa- el no respondió, solo temblo un poco, y la misma voz chillona le dijo – Vaya, llevo como una hora viéndote tocar, pero esa última fue muy buena, tienes talento- una gota fría corrió por su espalda y sus labios no dejaban de temblar cuando dijo -¿Quién eres?- el viento empezó a soplar y el frío arreció pero su cuerpo sentía demasiado calor cuando oyó la respuesta –Pues soy el que viniste a buscar-.

Y fue cuando lo vio, un negro alto, calvo, con una barba muy peculiar que recordaba a cierto personaje malinterpretado por la historia, llevaba un traje a rayas, pero se veía de otra época, viejo, olvidado. –Préstame tu guitarra- él tanteó un momento, no sabía si dársela, no era algo fácil de hacer, una brazo viejo se extendió, pensó en su prioridades y decidió arriesgarse, -Toma-.
El viejo tocó unas notas, mientras decía –Es una guitarra muy buena-, se la devolvió y le dijo, recuerda este día, ya que hoy escribiste tu primer éxito- y desapareció.

Nunca lo volvieron a ver. Pero no importó, su alma ya estaba perdida.